Ahora bien, en latinoamérica nadie nos va a multar por salir de la mano con nuestra pareja del mismo sexo, pero si lo hacemos en una cancha de fúltbol frente a la hinchada podemos asegurar que nuestra integridad física corre serio peligro, y no necesariamente se da en el contexto de un partido de fútbol. Lo que es cierto es que esa actitud contra la comunidad LGBTIQ+ no está amparada por la ley en nuestros países y eso, aunque con ciertas fallas en la justicia, nos da un poco de alivio. La idea es no olvidar que en occidente también nos queda mucho camino por recorrer con respecto a los derechos de la diversidades sexuales y de género, salvando las distancias.
CÓMO ALENTAR A LA SELECCIÓN SIN SER CÓMPLICE
Más allá de las controversias que nos trae este mundial, no podemos olvidar que el fútbol como deporte es un fenómeno popular en la cultura de muchos países y como tal, no se puede dejar de lado la forma en la que se lo vive y lo que significa para el pueblo, sobre todo en Argentina. Si bien el ritual futbolero trae endosada una postura machista y misógina, el mundial suele invisibilizar por unas semanas esas cuestiones y se vive como algo socialmente más abarcativo. Esto no indica que quienes disfruten de ver jugar a la selección se vean envueltos en una nube de inconsciencia donde el mundial les hace olvidar las cuestiones sociales importantes. El razonamiento es tan simple como que aquellas personas con conciencia social seguirán teniéndola a pesar del mundial y de alentar a la selección, mientras que para los que nunca se interesaron en las problemáticas sociales no cambia nada.
La postura snobista de cree que todas las personas que consumen fútbol están “idiotizadas” y carecen de conciencia social tampoco colabora con el ideal de inclusión. Si nos parece que un espectáculo deportivo te quita el foco de las cuestiones importantes, entonces dejemos de luchar por la inclusión de las mujeres y las diversidades en el deporte. Encontrar la capacidad de disfrutar o dejar disfrutar al otro del mundial es entender que los consumos culturales no te hacen mejor o peor, a lo sumo te diferencian pero no en grados valorativos.
En definitiva podemos alentar a la selección sin olvidar que la FIFA aceptó como sede del mundial 2022 a un país que criminaliza a la comunidad LGBTIQ+ y con graves fallas en políticas de Derechos Humanos. Tenemos la capacidad y el tiempo necesario para poder disfrutar de un evento deportivo y pronunciarnos contra las injusticias al mismo tiempo, recordando que la lucha por los derechos de las diversidades y las mujeres se da a nivel mundial y en todos los campos: social, político, económico, deportivo, etc. La conciencia sobre cuestiones de diversidad no puede ser selectiva, debemos cuestionar de la misma manera cualquier lugar donde se violen los derechos humanos del colectivo, sin olvidar que estamos mirando a otras culturas y teniendo presente lo que pasa en la nuestra. Las fake news sobre un lugar que no conocemos, solo alimenta una mirada prejuiciosa y exagerada. Criticar y denunciar desde la verdad y la coherencia siempre es mejor, de lo contrario corremos el riesgo de perder legitimidad. Nuestros reclamos son serios, tratemoslo con seriedad.
Lo importante de toda esta cuestión del mundial es que como sociedad logramos poner en la agenda de los medios una problemática que nos interpela como colectivo, algo impensado en otras épocas. Así como las mujeres en su momento instalaron temáticas de género en la agenda pública, la comunidad LGBTIQ+ está haciendo lo propio. Sin dejar de comprender que todavía falta mucho, es importante saber que si se habla de estos temas es porque ya no se puede ocultar la lucha de las mujeres y disidencias. Por esta razón, hoy más que nunca, no nos callamos más.